Valores en profesores y participación de los apoderados en el proceso enseñanza-aprendizaje
La educación es tanto reflejo como transmisor de la cultura de una sociedad, lo que la convierte en el componente central dentro del proceso de construcción sociocultural de un país. Sin embargo, el complejo escenario mundial actual le plantea nuevos retos asociados a los procesos de globalización que han impactado los sistemas económicos, sociales, culturales y políticos repercutiendo en el comportamiento de la población, al disminuir la calidad y cantidad de tiempo de interacción entre sus miembros y al postergar las relaciones de afecto, solidaridad y cooperación. De esta forma, el sistema educativo se vuelve una herramienta para desarrollar el capital humano y por ende al país, pero también una instancia para practicar y promover valores democráticos que permitan mantener la cohesión social y pautas de interacción caracterizadas por el respeto y la tolerancia.
Este cambio en la sociedad, que ocurre paralelamente a la aceleración en los procesos de generación y difusión de información, explican la inadecuación de los modelos educativos de principios de siglo y la necesidad de los países de invertir enormes cantidades de recursos para reformar sus sistemas educativos a partir de la década de los 90.
La experiencia internacional ha demostrado que mejorar la calidad de la educación no es simplemente cuestión de aumentar los recursos, sino que requiere además de cambios en el uso de esos recursos, específicamente en el área de gestión escolar y competencia docente. De esta forma, la pregunta central de los Estados en su búsqueda de mejorar la educación que entregan deja de ser ¿cuánto más se debe invertir?, y se convierte en: ¿dónde debemos invertir?
Una de las propuestas más relevantes al respecto es el modelo de las escuelas efectivas que busca generar una taxonomía de rasgos asociados a la calidad, a partir de la identificación de las características que son comunes en aquellas escuelas que obtienen buenos aprendizajes pese a contar con escasos recursos tanto institucionales como de la comunidad en que se insertan, en otras palabras, calidad eficiente. Haciendo uso de este modelo, destaca siete características comunes de las escuelas efectivas: visión compartida, liderazgo motivador orientado a la excelencia, pero preocupado por las personas, altos estándares de exigencia, formación de ciudadanos responsables con la sociedad, compromiso con la evidencia, instancias de perfeccionamiento significativas para el profesorado y la participación conjunta en el proceso formativo de la familia y la escuela.
Este último aspecto, la participación de los actores de la comunidad en el proceso educativo, y en especial la participación de los padres, ha acumulado un consenso considerable sobre su capacidad como estrategia para mejorar tanto la calidad como la equidad en la educación, mediante procesos colectivos de descentralización de la toma de decisiones y de gestión pedagógica. En este sentido, se asociaría la calidad con una participación más directa de los actores sociales para generar expectativas de calidad, tanto a nivel de los establecimientos escolares como en la sociedad, teniendo las familias una opinión fundamental y, a la vez, una fuerza de presión específica para producir esas expectativas de calidad tanto en la escuela como en el aula.
La participación es el poder real de tomar parte activa en la elaboración y desarrollo del proceso educativo, tanto a nivel micro como macro social, de todos los que intervienen en él: docentes, alumnos y apoderados, presentando objetivos finales claros y conscientes, o metas no conscientes, pero significativos para el sistema social. Según Navarro (2002), la participación no es solamente una representación ni una ideología, sino un fenómeno objetivable y posible de operacionar mediante indicadores, compuesto de actividades voluntarias a través de las cuales los miembros de una comunidad escolar intervienen directa o indirectamente en las actividades relacionadas con el proceso educativo.
Existen diferentes posturas respecto a los alcances de la participación, existiendo quienes promueven un rol más activo de las familias en términos de los procesos de aprendizaje de los niños en el hogar o en las escuelas; y quienes promueven la participación organizada de los padres en la gestión educativa y en el control de la eficacia del sistema.
La importancia de la participación de los padres
La familia fue, desde sus inicios, el primer nexo entre la sociedad y el individuo, y la principal responsable de transmitir la memoria social de la comunidad. No obstante, con el surgimiento de las entidades educativas formales, este derecho y deber fue delegado a las instituciones educacionales, adquiriendo la familia un rol de colaboradora del trabajo docente. Pese a esos cambios, hoy está claro que los padres juegan un rol fundamental en el proceso de enseñanza aprendizaje de los hijos, y también se conoce la influencia positiva que su participación tiene sobre la orientación hacia el logro, el autoconcepto académico, la actitud y conducta hacia el colegio y el desempeño académico, tanto en aspectos específicos, como mayores logros en lectura, tareas de mejor calidad, mayor eficiencia en las tareas de fin de semana, como en un mejor rendimiento académico en general.
La participación también puede beneficiar a la familia, pues la participación en la escuela aumenta su autoconfianza, les permite acceder a información sobre estrategias parentales, programas educacionales y acerca del funcionamiento del establecimiento, pueden entregar más apoyo al niño y logran una visión más positiva de los profesores.
También hay beneficios para la escuela y los profesores, ya que mejoran los logros de los estudiantes y los padres apoyan al colegio, asimismo, los docentes se sienten más valorados por los apoderados y se benefician del ambiente familiar del niño, pudiendo contar con los padres ante ciertos problemas de sus hijos.
Y finalmente, permite beneficiar a la sociedad, pues al propiciar una práctica cotidiana de tolerancia y participación, que ayude a los alumnos a tener en cuenta el punto de vista de los otros, facilita a todos el asumir su parte de responsabilidad en la sociedad.
Como en cualquier proceso evolutivo, la participación externa ayuda a un desarrollo más rápido, pero incluso cuando somos adultos, aún necesitamos aprender diversas habilidades y herramientas, incluyendo los idiomas, que son fundamentales para nuestra comunicación.
En el ámbito profesional aun más, de la importancia de dominar esta herramienta que nos permite experimentar mucho más allá de la escuela y la familia. Ya sea que hayas tenido una dinámica familiar-escolar excelente o que tu educación haya dejado algo que desear en este aspecto, Brisk desea ser la ayuda que te permita alcanzar el equilibrio en tu etapa adulta. Nos preocupamos y estudiamos constantemente sobre la enseñanza, no solo la pedagogía, sino también la andragogía, ya que es ella la que abre puertas para el cambio que deseamos ver en el mundo.
Fuente: Rev. Latinoam. Psicol. v.39 n.3 Bogotá dez. 2007
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